No pudo más...
En la soledad de su habitación, esa noche José no
podría conciliar el sueño. Joanna, su novia, había terminado con él. Ella que lo enloquecía con la suavidad de sus
manos y con ese excitante aroma de su piel entre dulce y canela. Pero la
realidad de su situación le pegaba en pleno rostro, su incapacidad para darle
lo que ella merecía: una vida feliz y tranquila. El tormento había llegado a su
clímax. Todo el tiempo moría de celos. Eso no sería para él, era mejor dejar de
existir.
Tomó la pistola del buró. Así ella sabría cuán importante había sido
para él. En un acto final como para un público que no existía, brindó y bebió
el delicioso sabor del vino espumoso que más le gustaba.
Dejó en el mismo sitio
la copa vacía, puso en la sien el revólver 45 y agregó:
-Por fin, terminó la función.
Y acto seguido, jaló del gatillo. Nadie escuchó el sonido
del disparo ya que José había tenido el cuidado de enmascararlo con una
almohada. Su eterna compañera, en sus frecuentes noches de insomnio…
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