Hasta mis 16 años, nunca me había
sentido hermosa. Le ponía más atención al estudio, ya que se me facilitaba
obtener buenas calificaciones. Como que no estaba consciente de esa belleza que
se nos da como fruto de la juventud. A pesar de ser una chica simpática,
tierna, y con una muy buena figura, no parecía sacarle más partido a los
atributos físicos que tenía.
En cambio, una de mis compañeras
del colegio -María Fernanda- era todo lo contrario a mí. Segura de sí misma,
atrevida y muy seductora. Lógicamente ella solía tener detrás de si a un
séquito de admiradores. Ella me buscaba para que le prestara mis apuntes, y
ella a cambio me tomaba bajo su cuidado en las fiestas. Me gustaba salir con
ella, ya que sin que yo hiciera mucho esfuerzo, terminábamos rodeadas de
pretendientes, en una proporción de dos por uno. Por cada dos admiradores de
ella, había uno que a veces se fijaba en mí. Yo era parte de su público, puesto
que me sentía algo inhibida a su lado y no me parecía mal que ella fuera la que
llamara la atención.
Pero una noche, algo me pasó.
Como que de pronto me percaté que al arreglarme mejor, podía competir con
Fernanda por las miradas masculinas. Y me dije:
-“Sandy, tú también eres hermosa,
puedes conquistar a algún chico que te guste, anímate!”. Y entonces, me esmeré
en mi arreglo personal como nunca antes. En esa ocasión, cuando Marifer me vio
llegar a la fiesta de nuevo ingreso que nos organizaban los alumnos del último
año de bachillerato, se mostró ambivalente ante mi cambio de imagen:
-¡Vaya, que diferencia!- dijo con
ironía, mientras me tomaba de la mano y me giraba para verme de arriba abajo y
por todos los ángulos, haciéndome sentir avergonzada.
No supe que responder cuando uno
de sus amigos, con quien segundos antes ella platicaba animadamente, se dirigió
a mí con mucho interés:
-No sabía que Marifer tenía
amigas tan lindas… ¿Te gustaría bailar? – y de inmediato, me tomó de la mano empujandome
al centro de la pista de baile.
Confieso que me sentí sumamente
halagada ya que Daniel, era un chico realmente apuesto, de mayor estatura que
yo, con una mirada encantadora como de niño travieso.
Dejé de sentirme poco agraciada. Ambos
nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que teníamos en común. Cantamos como
un par de locos, a voz en cuello las mejores canciones de muchos de nuestros artistas
favoritos. Fue una velada inolvidable.
A la mañana siguiente, abordé a Marifer en el pasillo de la
escuela, para contarle mi gran aventura con su amigo:
-No sabes lo feliz que estoy de haber conocido a Daniel. –Exclamé
llena de gozo.
-Sí, me di cuenta. Anoche fuiste de lo más egoísta conmigo.
–Su voz sonaba furiosa.
-¿No te da gusto que por fin haya
encontrado a un chico especial? – dije extrañada.
No podía concebir que ella me
hiciera sentir mal, cuando muchas veces en las reuniones se olvidaba de mí, si
el chavo que le gustaba la invitaba a estar con él en su mesa.
-No es eso. Se suponía que íbamos
a estar juntas durante la fiesta. –Decía frunciendo los labios con esa voz de
niña malcriada que yo conocía perfectamente.
-Siento mucho que lo veas así.
Daniel es tu amigo, y creí que yo también. Pero ahora veo que la egoísta eres
tú. –dije con voz firme.
-¿Ah sí?, ¿Eso es lo que piensas de mí?- ella levantaba la voz mientras manoteaba con
vehemencia…
-No te exaltes, simplemente que no te entiendo. Creí que te
alegrarías por mi felicidad.-insistí.
-¡Ja,ja!- ¿A poco crees que Daniel te va a tomar en serio?-
Él no se compromete jamás con nadie. Como se ve que eres ingenua. Marifer podía ser muy dura cuando se sentía
lastimada.
Llena de coraje, se dio la vuelta dejándome con una gran
inquietud.
Esa misma tarde hablé con Daniel, quien aclaró mis dudas:
-Mira Sandy, sé que no he sido una blanca paloma, pero la
verdad eres muy especial y me gustaría que nos tratáramos más. Ayer la pase
genial contigo. Y respecto a Marifer, pues no entiendo porque se puso así.
-¿No estará celosa? –dije para ver su reacción.
-Tengo que confesarte algo. Ella quiso conmigo, pero la
verdad es una chava muy acelerada. Como amiga es divertida, pero le he conocido
muchos galanes y no anda solo con uno sino con varios.
-No me gusta escuchar a un hombre hablar mal de una mujer,
por más que tengas algo que decir. Recuerda que ella y yo a pesar de todo hemos
sido amigas.
De inmediato él hizo un ademan como para terminar la
plática:
-No me interesa seguir hablando
del asunto. –puntualizó, mientras me pasaba el brazo e intentaba besarme.
-No Daniel, no me gusta ir tan deprisa. –dije mientras me zafaba.
-De acuerdo, lo haremos como tú digas. Realmente me
interesas.
Me sentí bien al ponerle
condiciones ya que sabía que de no hacerlo, me tomaría como una chava fácil, de
esas que se entregan y luego las critican por locas.
Daniel fue mi primer amor, y hoy luego de casi 20 años de
vivir con él, sigo enamorada.
¿Qué fue de
Marifer? Quizás te preguntes. Pues nada, nunca se casó. Acabó viviendo sola con
una tía abuela quien le heredó su casa y la responsabilidad de cuidar a sus
gatos.
Por favor, cuando dejes tu comentario como anónimo, se tan amable de ponerme tu nombre de pila y desde donde nos visitas... ¡Gracias de corazón!!
ResponderBorrarLau eres muy buena escribiendo... Me gustó mucho
ResponderBorrarGracias!! me animas a seguir adelante!! :)
Borrar