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sábado, 27 de julio de 2013

La Belleza Efímera.

Era muy hermosa, a sus 17 años tenía una presencia que hacía suspirar a los más reservados y atreverse a los más avispados...
Con su esbelta figura y hermosa tez, iba rompiendo los corazones.
Sus padres le habían hecho saber la importancia de la belleza física. Su madre, era una mujer acostumbrada a levantar suspiros, durante su juventud y que a pesar de sus 40 y mas conservaba una buena figura, gracias a sus tratamientos estéticos costosos pero necesarios.
Su padre, heredero de una fortuna en bienes raíces, dedicaba sus espacios libres a pasarla de lo mejor rodeado de mujeres casi tan jóvenes como su hija, a quien adoraba debido por supuesto a ser tan hermosa.

Michell como le gustaba ser llamada, acostumbraba a jugar con los jóvenes que la invitaban a salir. Le encantaba encandilarlos, enamorarlos,  prometiéndoles glorias infinitas que por supuesto jamás conseguían.
Michell gozaba haciendo que sus pretendientes se pelearan por ella. Parecía disfrutar mucho cuando con ironía los iba dejando y devaluando cada vez más.
No necesitaba de nada ni de nadie. Podía ser la más caprichosa de las chicas en la universidad ya que con esa belleza todo parecía perdonársele.

Y si, tuvo muchos amoríos en los que se fastidiaba rápidamente ya que no estaría jamás dispuesta a entregarse a nadie. En el fondo despreciaba a los hombres.

Tenía un novio con el que parecía estar contenta. Quizás por ser un sirviente de ella, al que podía manejar a su antojo. Sin embargo, salía con otro chico que había conocido en sus vacaciones de verano. Y comenzó a hartarse de ellos.

Llegó a los 29 años con una larga cadena de amores frustrados que no llegaban mas lejos por falta de interés en ellos. En el fondo Michell no sabía amar. Sus padres no se lo habían enseñado. Sus valores estaban enfocados en lo material, en lo externo, dinero y belleza.

Para no quedarse sin alguien a su lado. Decidió aceptar a un candidato conveniente para ella. Con poder y dinero. Cara pagaría su elección. Ya que Sergio en cuanto la tuvo para él, comenzó a encargarse de hacerle saber que con él no jugaría. que él sería quien jugara...
Y entonces, empezó el calvario de Michell. Su belleza exterior comenzó a marchitarse. Esa belleza que no dura si no tiene algo mas dentro.

Y los años pasaron, nadie por mucho que ella se operaba, quería tenerla a su lado. Sus ojos delataban su oscura alma, que no pudo ocultar por mas que lo intentó.
Su esposo paseaba con jóvenes mucho mas jóvenes y hermosas que ella. Michell decidió que nunca lo perdonaría.

Un día el la encontró llena de rencor, lista para irse. Pero él conociéndola como la conocía le hizo saber que jamás podría vivir con ella misma...

Michell nunca se fue. No podía huir de su peor compañía.