No sé cómo es
que las cosas han ido pasando. Sin darme siquiera cuenta he llegado casi a los
40, y aun no encuentro al hombre con el que he soñado para formar una familia.
Me veo en el
espejo cada mañana, intentando encontrar alguna señal de que no lo he hallado
porque no soy hermosa, porque quizás me he vuelto vieja. Me he preguntado si no
desde que nací fui elegida para nunca casarme o para jamás tener un amor que
valga la pena.
En mi casa
tengo mis rutinas bien hechas. Me levanto, mi madre me tiene el desayuno
preparado, y salgo volando a la oficina. En mi trabajo tengo ya varios años,
pero aunque no me va del todo mal, tampoco es algo que me entusiasme realmente.
¿Pero, qué puedo hacer? A mi edad, no me contratarían en ninguna otra parte.
He visto como
muchas de mis amigas y conocidas se casaron hace tiempo. Algunas ya hasta están
separadas o divorciadas. Es cuando me reconforta saber que ellas fracasaron
también, aunque claro de una forma distinta a mí. Lo único que si he envidiado,
lo confieso es que a pesar de sus rupturas, pudieron ser madres. Sus hijos como
quiera que sea, son una prueba fehaciente de que por lo menos alguien alguna
vez las amó como para darles ese privilegio. Pero, me digo a mi misma: -tener
hijos es una complicación, no debería ni siquiera desearlo. Es mejor
concentrarme en otras cosas, o personas…
Y claro, mis
fines de semana son fatales. Salgo con amigas que se sienten también frustradas
debido a relaciones pasadas que no fraguaron. ¡Ja! Aunque todas nos quejamos de
los hombres, en el fondo anhelamos tener a alguien que nos ame con pasión.
Bueno, esto solo lo digo para ti, querido diario, mi compañero de aventuras y
desventuras.
Hoy tengo una
cita en el café con un hombre que conocí ayer en mi trabajo. Es un ingeniero
que viene a impartir unos cursos técnicos en el área que yo laboro. No me
pareció muy interesante al principio, pero bueno, cuando se acercó a mí y me
preguntó mi nombre, me sentí algo turbada, ya que hace mucho tiempo que no me
pasaba algo parecido.
Ya casi es la
hora, miro en mi guardarropa y realmente siento que nada me va bien ahora. No
tengo un cuerpo espectacular, pero tan descuidada no estoy. Sin embargo, no sé
si mostrarme algo provocativa, o mejor no. Me decido finalmente por unos jeans
y una blusa con un escote ligero que muestra un poco mis senos. Quizás si ve
algo de atractivo en mi, se anime a algo más.
He vuelto de
mi cita, vengo bastante desanimada, el pobre tipo es un fracasado. Al parecer
no se ha divorciado de su esposa, y solo quería un par de oídos que escucharan
todas sus desdichas.
No pienso
salir nuevamente sin saber si vale la pena. Mejor me voy a dedicar a mi
trabajo, y ya no me preocupare más por encontrar a nadie. Saldré con mis amigas
frustradas o no, al menos tendré algo en que entretenerme.
Y como decía
mi abuela, quien sufrió terriblemente con mi abuelo. Hijita, “Todos los hombres
son iguales”.
Hola, soy la Dra. Laura y hoy he compartido contigo amable lector(a) la historia de una de mis pacientes... Esta historia puede ser la de cualquier mujer que no ha podido encontrar a su pareja...
Cuantas mujeres llegan a esa misma conclusión. Los años se pasan volando y con ellos todas las ilusiones. Claudia, quien nos ha permitido entrar en su mundo, es una clara muestra de lo que viven muchas mujeres que no se atrevieron en su momento a apostar por sus sueños. Claudia no nos comenta en este breve cuento, que ella alguna vez deseó irse de casa de sus padres. Cuando tuvo la oportunidad, prefirió la comodidad de lo seguro, pero por seguro predecible. Se acostumbró a ser hija de familia. A tener una vida bastante cómoda. Incluso se fue haciendo a la idea de que no era posible ni alcanzar el sueño de vivir en otra ciudad-lejos de papá y mamá- ni de encontrar una relación a largo plazo con un hombre adecuado a lo que ella buscaba.
Cuantas mujeres llegan a esa misma conclusión. Los años se pasan volando y con ellos todas las ilusiones. Claudia, quien nos ha permitido entrar en su mundo, es una clara muestra de lo que viven muchas mujeres que no se atrevieron en su momento a apostar por sus sueños. Claudia no nos comenta en este breve cuento, que ella alguna vez deseó irse de casa de sus padres. Cuando tuvo la oportunidad, prefirió la comodidad de lo seguro, pero por seguro predecible. Se acostumbró a ser hija de familia. A tener una vida bastante cómoda. Incluso se fue haciendo a la idea de que no era posible ni alcanzar el sueño de vivir en otra ciudad-lejos de papá y mamá- ni de encontrar una relación a largo plazo con un hombre adecuado a lo que ella buscaba.
Y si, ella se ha
resignado. No sabemos si caerá en algún tipo de relación clandestina, ya que
por soledad a veces las mujeres, se entregan para tener a “alguien”, aunque ese
alguien no sea precisamente lo que hubieran querido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario