Mayte acaricia con ternura la chambrita que bordó para su
primer bebé que nacerá en dos semanas. Su embarazo ha sido bastante difícil,
pero ella piensa que eso no importa ya. Si acaso se pregunta si Carlos, su
esposo tendrá tiempo esta vez para acompañarla al ginecólogo, y sonríe
felizmente mientras se acaricia el vientre.
Toda la habitación del bebé está dispuesta para recibirlo.
La cuna adornada con un hermoso móvil que a Mayte le gusta poner a funcionar.
Mientras observa la pared decorada, entrecierra los ojos imaginando la risa del
bebé y ella paseándolo en la carreola que se encuentra en una esquina de la
habitación.
Es tarde y Carlos aun no llega a casa. ¿Qué le habrá pasado
esta vez? – se pregunta. ¿No será que tiene otra mujer? No parece estar muy
interesado en este bebé que vas a tener…
Sacude de tu cabeza estos tontos pensamientos que te
alteran, en este estado no es bueno para ti ni para tu bebé. Te dices a ti
misma.
Mayte sale de la habitación y se sienta a esperar a su
esposo en la mecedora con olor a madera recién barnizada. Mira por la ventana,
pasan las horas y se queda dormida.
Hace dos horas que Carlos dejó la oficina, pero no enfiló
hacia el hogar con su mujer. No, era demasiado tedioso llegar temprano y escucharla
hablar sin fin de lo maravilloso que será cuando nazca el bebé. No fue eso lo
que acordaron cuando decidieron casarse. Tú querías vivir libremente no atado a
esa clase de responsabilidades. Mientras manejas a casa de tu amante, piensas
si no esto del bebé ha sido el pretexto para alejarte de Mayte y de sus
achaques. Que importa ya. Tienes dos o tres horas para pasártela genial con tu
asistente ejecutiva. ¡Vaya que te sabe atender! Tuviste buen cuidado de
escogerla no por su capacidad, sino por esas curvas que recorres cada vez que
te sientes harto de las tonterías de tu mujer.
Mayte despierta de un sueño inquieto y ve que es bastante
noche. Nuevamente Carlos ha tenido que atender algún asunto urgente en la
oficina. Qué raro, no te llamó para avisarte. Debes acostarte ya que es
bastante incómodo quedarse dormida en una mecedora.
Se levanta y en pocos minutos se queda profundamente
dormida. Suena el teléfono pero no logra escucharlo.
Carlos decide que esta noche no llegará a casa. Le marca a
Mayte pensando en mentirle acerca de unos clientes foráneos muy importantes que
agarraron la jarra y a quienes debe llevar a su hotel a la hora que ellos
decidan. No es necesario. Nadie te contesta. Debe estar dormida. Mejor para mí -piensas.
Te volteas hacia la suave fragancia dulzona de Raquel. No te
gusta demasiado el aroma, pero en cuanto la miras a tu lado totalmente desnuda,
todo se te olvida. Y vuelves a ser el número uno en la vida de una mujer.